VALENCIA. Han sido 20 años perdidos. Desde la llegada del PP al poder en la Generalitat, el Museo de Bellas Artes de Valencia, el San Pío V, ha sido el gran olvidado de la cultura institucional. Maltratado, abandonado, los gobiernos populares han ido permitiendo que la segunda pinacoteca de España se convierta en un centro menor, muy lejos de su historia y más lejos aún de las posibilidades que podría haber desarrollado atendiendo al potencial de su colección y de las obras que atesora.
Perdido en marasmos legales, sumido en un proceso de ampliación amputado al que además cabría definir como mera restauración del edificio antiguo, el Museo de Bellas Artes afronta el futuro con una serie de verdades incuestionables que evidencian cómo el Consell popular jamás creyó en él, ni lo tuvo como una prioridad. Anécdotas como el día que el expresidente Camps no fue a inaugurar una exposición porque se quedó en su casa viendo la final del Open de Australia que ganó Rafael Nadal, o el hecho de que el centro tenga en la actualidad la misma plantilla que hace dos décadas, excepción de dos contratados, evidencian la escasa inversión e interés del PP por el museo. El San Pío V está como en tiempos de Císcar, pero no Consuelo, sino Ciprià.
Un centro que en su día fue la visita obligada que hizo Max Aub cuando regresaba brevemente del exilio, tal y como escribió en La gallina ciega, ha sido poco menos que un juguete roto que fue primero soslayado y lentamente abandonado, en medio de falsas promesas y anuncios que jamás se llevaron a cabo. Todo eran fuegos artificiales. Así, fue un gobierno popular, el de Eduardo Zaplana, el que le quitó al centro valenciano su línea presupuestaria independiente, una necesidad que el actual Consell está estudiando devolver.
En la actualidad el Museo de Bellas Artes no tiene un presupuesto concreto, algo que ha sido calificado por algunos miembros de la Academia de Bellas Artes como “una vergüenza”. Existen partidas diseminadas en varias líneas presupuestarias de la Generalitat, que sólo han servido para parchear las carencias. En su día el entonces director Fernando Benito solventó esta deficiencia haciendo uso de una bolsa que le remitía les Corts. Esta institución abonaba al museo una cantidad indeterminada a cambio de usar su aparcamiento para guardar los coches oficiales y el depósito de obras propiedad del museo en su edificio. Esa cantidad le permitió a Benito contratar a conservadores y personal, así como organizar exposiciones temporales. Esa era la consideración que tenía el San Pío V, la de poco más que un parking. En la actualidad Les Corts sólo colabora con el museo con 10.000 euros.
En ese contexto no extraña que el centro valenciano no disponga desde hace décadas de partida para la adquisición de obras, algo que ha mermado la calidad de los fondos en los últimos veinte años de manera aritmética. Mientras centros como el Museo de Bellas Artes de Bilbao han incrementado su colección con obras significativas, el mayor crecimiento patrimonial del San Pío V vino de la mano de una donación, la del difunto Pere Maria Orts, coleccionista y gran mecenas, que enriqueció al museo al entregar más de doscientas pinturas, varias esculturas medievales y modernas, tapices de los siglos XVII y XVIII, muebles, orfebrería, cristalerías y piezas cerámicas y de porcelana de alto valor.
La petición que se ha realizado a la Conselleria de Hacienda es que se le conceda al Museo de Bellas Artes de Valencia una partida para compras similar a la que dispone actualmente el IVAM, en torno a 120.000 euros. Si se pusiera en marcha el capítulo 6, el centro podría aspirar al menos a incorporar piezas que completen las lagunas que posee el museo.
Con todo, el mayor reto pasa por la actualización del discurso museístico, anclado en el pasado y en la mera contemplación de obras, que convierte al visitante en poco menos que un espectador pasivo. En este sentido, el actual director del centro, José Ignacio Casar Pinazo, ya aseguraba a Valencia Plaza al poco de ser nombrado que uno de sus objetivos pasaba por redefinir el concepto de museo. Así, afirmaba: “La gente debe salir [del museo] con el recuerdo de una experiencia gratificante; no con una borrachera de ver 300 cuadros”.
Si el San Pío V ha sobrevivido hasta ahora ha sido por la dedicación de sus trabajadores y la colaboración de los voluntarios. La voluntariedad de los conservadores y empleados del museo ha hecho que el San Pío V no se hundiera. Pero ni siquiera eso ha podido evitar que se produjeran sucesos tan tristes como el reciente robo de obras que evidenció el estado de abandono del museo.
El Consell tiene previsto presentar este miércoles, en el Teatro Principal, el nuevo manual de buenas prácticas. Si bien su ámbito abarcará toda la administración institucional de las actividades culturales, se percibe como el primer paso de un proyecto encaminado a recuperar espacios singulares, entre los que se destaca un museo que es el encargado de velar por buena parte de lo más significativo del patrimonio artístico valenciano mueble. Los plazos empero son largos, tal y como admitían desde la propia Conselleria de Cultura esta semana pasada, donde recordaban que para algunas actuaciones se precisarán de modificaciones legislativas. Estas conllevan su procedimiento y deben elevarse ante el pleno del Consell.
No hay un calendario predeterminado pues, aunque se empiezan a barajar fechas. Se pondrá en marcha un concurso para elegir al director, a la manera que se realiza en Europa para centros similares, reclamando a los aspirantes un proyecto que sirva para el aggionamento del museo y acercarlo a toda la ciudadanía. Este proceso de selección puede que tarde aún meses, de ahí que incluso se hable ya de que el nuevo museo San Pío V no estará en marcha hasta antes de 2017. En cualquier caso, el cambio ha comenzado y ya no tiene freno. El paréntesis de estas dos décadas de desidia autonómica, incumplimientos ministeriales, conflictos con el Ayuntamiento de Valencia y engaños varios, comienza a corregirse.